Por: Francisco
Issa | Jueves, 14/02/2013 02:37 PM
El movimiento cultural obligó a Abreu a
suspender su concierto con Bose y Juanes. Se salió con algo de elegancia de
este embrollo, por lo menos ante algunos, argumentando que la agenda de las
orquestas les impedía realizarlo ¿las 300 orquestas del sistema con la agenda
llena?
Es posible que Abreu comprometiéndose en
este concierto se echara un pelón político; pero conociendo lo astuto que es,
ahora y durante buena parte de la IV cuando fue diputado y ministro, resulta
extraño que haya pifiado así. Esto nos lleva a pensar que no fue un desliz,
sino algo calculado. Conjeturaríamos, entre otras cosas, que el anunciado
concierto de la Orquesta y Dudamel “Rolex man” junto a la derecha pop
hispanoamericana pudo haber sido una estrategia para poner en aprietos a
nuestro gobierno, presentándole el dilema de impedirlo y así mal ponernos
nacional e internacionalmente. Si así fue, no contaron con la acción los
colectivos y movimientos culturales, protagonistas en hacerlos retroceder en
sus intenciones.
Pero lo importante en destacar a raíz de
esto, es el debate sobre el “Sistema”, que logró trascender a cierto nivel
públicamente y en los medios, después de décadas cerrado y vetado; aun a pesar
de las voces autorizadas de nuestra cultura e intelectualidad que vienen
haciendo importantes observaciones y críticas sobre ello.
Una de las discusiones sobre lo que
representa el Sistema como modelo es filosófica ideológica: Si es ese, o sólo
ese, el paradigma cultural de la revolución; el crear asombrosos y
multimillonarios altares a la música y tradiciones culturales europeas y a
quienes la promueven.
Acertadamente Cecilia Tood observaba en
una entrevista, también publicada acá en Aporrea (LEER), la concepción que emana de ese
sistema, de pensar en que toda persona de bajos recursos es un potencial
antisocial que se salvará metiéndolo en una de las orquestas. Reconociendo lo
positivo que es para nuestra niñez y juventud que se incorpore a la música a
través del Sistema; también es necesario indagar y pensar si ese modelo de
acción social y formación musical vertical, autoritario, repetitivo y mecánico;
típico de una pedagogía musical superada en los años 70 del siglo pasado y bien
pagada a un reducido grupo de músicos del sistema, que bien se lucen en autos
último modelo, apartamentos en el Este y espíritu consumista, es la conciencias
que debemos sembrar en nuestro futuro y a la que el estado debe destinar los
cuantiosos recursos económicos que le asigna inequitativamente en detrimento de
otras expresiones e identidades culturales, incluso otros sistemas y orquestas
académicas del país.
Mientras al Sistema se traga en recursos
económicos más de lo que reciben todas las disciplinas culturales en todo el
país, somos testigos de la desaparición de las orquestas típicas, de las
condiciones por las que pasan muchos de nuestros cultores populares y la
cultura popular, la precariedad económica en la que están otras orquestas
sinfónicas no pertenecientes al Sistema. Paradójicamente es una realidad que a
la par que se invirtió para la construcción del llamado Centro de Acción Social
por la Música más 350 millones de dólares (hasta con pisos de granito traído
allende nuestras fronteras) y se destinan cientos de miles más para construir
otros similares sobre todo en Caracas, otros núcleos del mismo sistema son un
chiquero que se caen a pedazos. En igual situación de desigualdad, dentro del
mismo sistema, se encuentran otras orquestas y sus músicos, mal remunerados y
desatendidos: pues se invierte, para luego sacar dividendos, en una orquesta
que siempre ponen en escena y el resto es un parapeto.
Desde el punto de vista musical, por el
afán de deslumbrarnos con la Orquesta privilegiada del Sistema, donde todo es
faraónico con grandes sinfonías interpretadas por trescientos o más músicos e
igual cantidad de coristas, hemos venido perdiendo parte de nuestro legado
musical, no sólo en lo popular y tradicional, sino en el mismo campo académico.
Así por ejemplo observamos el decaimiento o invisibilización de nuestra
importante escuela de guitarra venezolana que ha dado grandes maestros, de las
escuelas de piano, de composición, etc. No se le da importancia ni se atiende
dentro del sistema aquello que no sea lo sinfónico, de utilidad política
económica y deslumbrante. De allí que han sido casi extinguidas de sus
escuelas, instrumentos no sinfónicos y materias como composición y relacionadas
con lo humanístico.
Otro aspecto crítico es sobre la
contraloría del Sistema. Hasta hace poco se llamó “Fundación del Estado…”.
Ahora es “Fundación Musical Simón Bolívar” adscrita a la Presidencia de la
República. Lo de “Fundación del Estado”, como se llamó durante la IV y parte de
la V, era sólo una formalidad, pues el Estado nunca estuvo representado en su
directiva; sólo Abreu y su séquito. Ahora, adscrita a la Presidencia, no
sabemos si hay control real del Estado sobre ello, menos aún, lo sabemos,
contraloría popular. Hablamos de control porque de una institución que recibe mil
millonarios aportes del Estado, de una orquesta que hace cuatro giras
internacionales al año, con el consecuente desembolso millonario de divisas;
jamás hemos sabido de una auditoría, rendición de cuentas o contraloría. ¿O es
que el Sistema es un Estado dentro del Estado, parecidamente a lo que fue PDVSA
hasta el 2002?
No hablamos en este corto artículo de
ideas y concepciones sobre lo que debió ser este sistema, originalmente
concebida por otros insignes músicos y no Abreu; entre los que podemos nombrar,
el compositor Ángel Sauce, iniciador de la idea de una orquesta juvenil… o al
ya desaparecido, querido y recordado Juan Andrés Sanz, quien proyectó la idea
de las orquestas infantiles, con un sentido ético, educativo y espiritual muy
distinto al que se le ha dado y que posteriormente fue excluido. Tampoco de
muchas injusticias y exclusiones cometidas contra músicos, algunas que se
hicieron públicas en su momento, otras que permanecen en el anonimato, pero que
el tiempo develará y hará justicia.
Y que no se nos acuse, como
repetidamente vienen esgrimiendo algunos, de enemigos de los niños y niñas
atraídos a la música y la cultura en el Sistema. Es indudable que las Orquestas
tienen un impacto positivo en nuestras niñas, niños y juventud; innegable
y loable labor que hay en ello. De eso no somos enemigos. Pero tenemos el
derecho y sobre todo el deber de hacer las críticas necesarias. Exigir
contraloría, transparencia, equidad y justicia ¿o no?
Para quienes no me conocen, deseo hacer
de su conocimiento que soy músico saxofonista graduado en el Conservatorio
Simón Bolívar, perteneciente al Sistema; donde fui profesor y jefe de cátedra
de ese instrumento durante diez años.
Este artículo es una versión extendida
de otro que escribí para ser publicado el pasado 07 de febrero en la
columna “La Mancha como siempre” que sale todos los jueves en el diario
Ciudad Ccs y que no fue publicado en su oportunidad. Las razones dadas por el
referido diario para su no publicación fue que por orden de su director el tema
Abreu y Sistema “estaba cerrado hasta que hubiese un pronunciamiento oficial al
respecto” ¿?.